CONFORME A SU PALABRA
“Cuando acabó de hablar, le dijo a Simón: —Lleva la barca hacia aguas más profundas, y echen allí las redes para pescar. —Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada —le contestó Simón—. Pero como tú me lo mandas, echaré las redes.” (Luc 5:4-5)
Jesús acaba de terminar de dar un mensaje a la multitud que se había agrupado a la orilla del lago de Genesaret; Pedro y un grupo de pescadores escucharon atentamente el mensaje.
Había llegado la hora de poner en práctica la Palabra y Jesús le da la orden a Pedro de regresar e intentar de nuevo echar las redes.
Pero la falta de éxito o satisfacción por la “mala” noche que habían tenido los pescadores los volvió reacios y pesimistas a la Palabra de Dios.
No debemos quedarnos con la insatisfacción de no haber podido lograr algo. El Señor está dando una nueva orden y hay que hacerlo conforme a su palabra.
Pedro para ver el milagro y tomar el desafío propuesto por Jesús tuvo que obedecer la Palabra y profundizar en las aguas del fracaso.
TODO ES CONFORME A SU PALABRA
Al escuchar la Palabra de Dios e intentar ponerla por obra vendrán a la mente, razonamientos, la lógica, tradiciones, etc., argumentos queriendo levantarse en contra de la Palabra.
Sin embargo Pedro dijo: Pero como tú me lo mandas, conforme a tu Palabra
No sería conforme a los argumentos ni la lógica de Pedro, esta vez sería conforme a Su palabra.
La Palabra
no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra
que sale de la boca de Dios.
El
FALTA MUCHO POR CAMINAR
“Y acostándose bajo el enebro, se durmió; y he aquí, un ángel lo tocó y le dijo: Levántate, come. Entonces miró, y he aquí que a su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y una vasija de agua. Comió y bebió, y volvió a acostarse. Y el ángel del SEÑOR volvió por segunda vez, lo tocó y le dijo: Levántate, come, porque es muy largo el camino para ti. Se levantó, pues, y comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.” (1Re 19:5-8)
Elías comió aquella comida y caminó hasta llegar al monte de Dios.
Fue hasta la segunda vez que escuchó la voz del ángel que obedeció, hay quienes tienen que intentarlo una segunda vez.
“El SEÑOR le ordenó: —Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí. Como heraldo del SEÑOR vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el SEÑOR no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el SEÑOR tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el SEÑOR tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo.” (1Re 19:11-12)
EL SUAVE MURMULLO
La dulce voz delante de Elías lo sacó de la cueva. No fue el viento recio, ni el terremoto, ni tampoco el incendio; la dulce voz de Dios hizo mover a Elías.
Es como que Elías también al escuchar la voz del Señor le dijera: Lo haré conforme a tu Palabra; no conforme a la manera que anteriormente solía hacerlo.
Si su corazón no hubiera estado ocupado en sí mismo, hubiera aprendido que las tempestades, los terremotos y el fuego no pueden lograr lo que puede una voz apacible de amor.
Debió haber reconocido que no había diferencia entre su corazón y el de la nación; y así como la fuerza no pudo hacerle dejar la cueva, tampoco logra convencer al hombre para que deje sus pecados.
El crecimiento espiritual depende de dos cosas: primero, la disposición a vivir conforme a la Palabra de Dios; segundo, la disposición a asumir cualquier consecuencia que resulte.
HARÁ LO QUE YO DESEO
La Palabra de Dios no regresa vacía, cumplirá lo que el Señor quiere. Por lo tanto debemos siempre disponer nuestro corazón para poner por obra la palabra de Dios.
Así lo estableció nuestro Dios por boca del profeta Elías.
“Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos.” (Isa 55:10-11)
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