EL LUGAR SECRETO
“Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.” (Mat 6:6)
Jesús recomienda que busquemos el lugar secreto, privado, donde sólo Dios nos ve; con esto no quiso indicar que la oración pública no fuera aceptada.
Él mismo oraba en público y también sus discípulos, pero ellos mantenían una sólida vida de oración en privado que aseguraba que su motivo era puro al orar en público.
La habitación, aposento, cuarto o cámara, podría haber sido un lugar usado como bodega o despensa; la mayoría de las personas no tenían habitaciones privadas en sus casas, y esa sería la única habitación que tendría puerta.
La idea principal del lugar secreto es buscar exclusivamente al Señor y ser visto únicamente por Él. Tener un tiempo y lugar para dedicarle a Dios en oración.
Jesús nos enseñó que cuando oremos, entremos a nuestro “aposento” (lugar de oración), nos encerremos con Dios, y hablemos con Él con fe y confianza, tal como un hijo habla con su padre.
El lugar secreto de oración es donde el hombre se encuentra con su Creador y es transformado. Dios espera que a diario entremos a Su presencia.
Nuestro aposento es donde el poder y la actividad espiritual son desatados para conocer Su corazón y recibir Su autoridad.
En los aposentos altos resucitaron muertos, Daniel oraba tres veces al día y fue librado; Jesús preparó un aposento para Él y sus discípulos el día de la cena de pascua.
El Espíritu Santo se derramó el día de Pentecostés cuando estaban reunidos en un aposento alto, Pedro resucitó a Tabita en un aposento alto, el apóstol Pablo enseñaba en largas vigilias en un aposento.
EL APOSENTO DE LA SUNAMITA
“Te ruego que hagamos un pequeño aposento alto, con paredes, y pongamos allí para él una cama, una mesa, una silla y un candelero; y será que cuando venga a nosotros, se podrá retirar allí.” (2Re 4:10)
Los orientales creen que la persona que viene a su casa es enviada por Dios. Su hospitalidad se transforma en una obligación santa, cuando un huésped entraba en el hogar se le hacía reverencia levantando la mano al corazón, la boca y la frente. Con esto querían decir: “Mi corazón, mi voz y mi cerebro están a vuestra disposición”.
Esta misma disposición es la que debemos de mostrar en nuestro lugar secreto con El Señor. Nuestro corazón, mente y palabras son completamente para Él.
EMPIEZAN LOS MILAGROS
A consecuencia de haber preparado un lugar para el profeta, el santo de Dios, como ella lo describe, empiezan los milagros en la vida de la sunamita.
“Él le dijo a Giezi: Dile ahora: He aquí, te has preocupado por nosotros con todo este cuidado; ¿qué puedo hacer por ti? ¿Quieres que hable por ti al rey o al jefe del ejército?. Ella respondió: Yo vivo en medio de mi pueblo. Entonces dijo: ¿Qué, pues, se puede hacer por ella? Y Giezi respondió: En verdad ella no tiene ningún hijo y su marido es viejo.” (2Re 4:13-14)
Esta mujer distinguida de Sunem tenía todo lo que necesitaba y que junto a su esposo podían obtener.
Pero había algo que no habían podido obtener, que no se podía conseguir en cualquier lugar. Ellos no tenían hijos.
Al tiempo señalado por el profeta, la mujer sunamita concibió un hijo; lo que por mucho tiempo no tuvieron y era imposible para ellos, sucedió en el lugar secreto.
DE REGRESO AL LUGAR SECRETO
Pasados los años, el niño creció y un día estando en el campo se enfermó.
“Cuando el niño creció, llegó el día en que salió al campo adonde estaba su padre con los segadores, y dijo a su padre: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! el padre dijo a un criado: Llévalo a su madre. Tomándolo, lo llevó a su madre, y estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía, y murió.” (2Re 4:18-20)
El hijo que no había podido tener y que milagrosamente tuvo, ahora se enferma y muere repentinamente.
Casualmente sucede cuando Eliseo no estaba en el aposento; ahora la habitación está vacía.
“La madre del niño dijo: Vive el SEÑOR y vive tu alma, que no me apartaré de ti. Entonces él se levantó y la siguió.” (2Re 4:30)
Ahora es el tiempo de volver al lugar secreto, es tiempo de regresar a la comunión con El Señor.
Todo lo que un día logramos tener o recibir posiblemente se ha “muerto”; está sin vida, lo que un día milagrosamente recibimos ahora está sin aliento.
Pero Dios nos está motivando a regresar al lugar secreto, al aposento alto; a tener nuestra mente, corazón y voz solamente para Él.
No deje de buscar a Dios en la intimidad de su lugar secreto, anhele con todo su corazón tener un tiempo con Dios, busque Su rostro.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Heb 4:16)
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