Nuestra responsabilidad es que preparemos la tierra que recibirá la valiosa semilla. Nuestra vida en el Señor constantemente es comparada con la siembra y la cosecha. “No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. ” (Gal 6:7-8, NVI) Todo lo que el hombre siembra lo cosecha. Según estos versos, se puede sembrar para agradar a la naturaleza de pecado y para agradar al Espíritu. Sembrar para la naturaleza de pecado produce destrucción y ruina. Seguir alimentando al viejo hombre y sus pasiones, solamente producirá muerte eterna. Había en la iglesia de Filipos hombres cuya conducta era un escándalo manifiesto, y que, en sus vidas, daban señales de ser enemigos de la Cruz de Cristo. Llevaban vidas glotonas e inmorales, y usaban su llamado cristianismo para justificarse. “Su destino es la destrucción, adoran al dios de sus propios deseos y se enorgullecen de lo que es su vergüenza. Sólo piensan en lo terrenal. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo.” (Fil 3:19-20, NVI) Pero si sembramos semilla que agrada al Espíritu nuestra cosecha será disfrutar de la vida eterna. “Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna.” (Rom 6:22, NVI) El libro de Job enseña que al sembrar maldad se cosecha lo mismo. “La experiencia me ha enseñado que los que siembran maldad cosechan desventura.” (Job 4:8, NVI) Revisemos la calidad de nuestra siembra. Si estamos viendo producir únicamente problemas, males y dificultades, seguramente estamos sembrando toda esta clase de semillas. “Yo dije: “Planten buenas semillas de justicia, y levantarán una cosecha de amor. Aren la dura tierra de sus corazones, porque ahora es tiempo de buscar al SEÑOR para que él venga y haga llover justicia sobre ustedes”. ” (Hos 10:12, NTV) Si sembramos en justicia, rectitud y equidad, tendremos una cosecha de amor y misericordia. Es necesario arar la tierra dura de nuestros corazones. Se le denominaba tierra dura al barbecho. El barbecho consiste en dejar descansar una porción de tierra por uno o varios años, antes de volverse a cultivar. El procedimiento consiste en hacer limpieza quitando las malas hierbas, espinos, y malezas; la tierra se “barbechea”, es decir, se labra disponiéndola con el fin de tenerla lista para la siembra. Ahora es tiempo de buscar al Señor, consagrar nuestra vida a Él. Quitar de nuestro corazón cualquier cosa que impida que la buena semilla fructifique. La lluvia del cielo se escucha llegar. Su favor y bondad del cielo se derramará sobre todo aquel que lo busque. La misericordia de Dios se derramará como fuerte lluvia en nosotros. Si desea ponerse en contacto con nosotros, llene el formulario de Contacto o escríbanos un correo electrónico a: oficina@iglesiacasadepaz.orgPreparemos La Tierra.