En este pasaje resalta la pregunta de Jesús: ¿quién me ha tocado? para aclarar a la multitud que alguien había tenido fe para ser sanado.
“Jesús se fue con él, y lo seguía una gran multitud, la cual lo apretujaba. Había entre la gente una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho a manos de varios médicos, y se había gastado todo lo que tenía sin que le hubiera servido de nada, pues en vez de mejorar, iba de mal en peor.” (Mar 5:24-26)
Nuevamente una gran multitud rodeaba a Jesús cuando iba camino a la casa de Jairo.
Difícilmente se podía pasar entre la gente, pero una mujer desesperada halló la forma de hacerlo a fin de tocar a Jesús. En cuanto lo hizo, sanó.
¡Qué diferencia entre la multitud que rodeaba a Jesús y los pocos que se acercaron para tocarle!
Muchas personas tienen una relación “superficial” con el Señor, por lo tanto, no hay ningún tipo de cambio ni mejora en sus vidas debido a este conocimiento superficial.
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. ” (Mat 15:8)
Solo el toque de la fe es lo que libera el poder sanador de Dios.
¿Tenemos una relación superficial o nos estamos acercando a Él con fe?
Si tenemos una relación estrecha con el Señor, tendremos la seguridad que al tocarlo, desprenderémos virtud de Él y recibiremos sanidad y respuesta a nuestras necesidades.
“Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto. Pensaba: «Si logro tocar siquiera su ropa, quedaré sana.» ” Mar 5:27-28
De acuerdo a la Ley judía, el libro de Levítico dice que quien tocaba a una mujer con hemorragias se contaminaba.
Ya sea que el flujo fuera normal o, como en el caso de esta mujer, se debiera a una enfermedad de muchos años. Para protegerse de esta contaminación, los hombres judíos evitaban tocarlas, hablarles y aun mirarlas.
Por contraste, Jesús proclamó a toda la multitud que esta mujer “inmunda” lo había tocado y había recibido su milagro.
“Al momento también Jesús se dio cuenta de que de él había salido poder, así que se volvió hacia la gente y preguntó: —¿Quién me ha tocado la ropa? Ves que te apretuja la gente —le contestaron sus discípulos—, y aun así preguntas: ¿Quién me ha tocado?” (Mar 5:30-31)
En la mente de Jesús, las mujeres no eran fuentes potenciales de contaminación. Eran seres humanos que merecían respeto y reconocimiento.
No Fue El Manto, Es La Fe.
Jesús quiso preguntar quién lo había tocado para “aclarar” a la multitud principalmente que alguien había tenido fe para ser sana.