Siembra Fe En Tus Hijos
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Nuestro compromiso en el Señor es la de transmitir un legado que sume y acrecienten el favor de Dios a las próximas generaciones. Anhelar a ser plataformas que empujen a ir más lejos a nuestros hijos.
En el libro de los Reyes encontramos al profeta Eliseo junto a una mujer de buena posición que protagonizan esta maravillosa historia la cual origina el nombre de esta publicación: Siembra fe en tus hijos.
“Un día, cuando Eliseo pasaba por Sunén, cierta mujer de buena posición le insistió que comiera en su casa. Desde entonces, siempre que pasaba por ese pueblo, comía allí. La mujer le dijo a su esposo: «Mira, yo estoy segura de que este hombre que siempre nos visita es un santo hombre de Dios. Hagámosle un cuarto en la azotea, y pongámosle allí una cama, una mesa con una silla, y una lámpara. De ese modo, cuando nos visite, tendrá un lugar donde quedarse.»” (2Re 4:8-10)
LA INSISTENCIA DE LA MUJER
La historia inicia mencionando que el profeta Eliseo pasó por Sunén, y la mujer le insistió a que comiera en su casa. Lo primero que resalta de esta historia es la actitud de esta mujer, ella dice que INSISTIÓ en que el profeta comiera con ellos, fue persistente en que él aceptara la invitación.
Insistir denota el interés de ella en que Eliseo aceptara compartir con ellos.
UN ESTILO DE VIDA
Ella logró que aquella visita no fuera ocasional, que esa comida se volviera un estilo de vida, cada vez que él pasaba por el lugar, comía con ellos.
Ya no era un encuentro esporádico, un solo momento de contar con la presencia del santo hombre de Dios, ahora era continuo, era recurrente, era parte de la vida de esa familia.
Pero esos encuentro ocasionales ya no eran suficientes, ella quería más, seguramente era muy agradable la visitación.
UN APOSENTO ALTO
Ahora ella ENTIENDE que el profeta es un santo hombre de Dios, y decide pasar a un nivel más alto de comunión, ahora le construye un APOSENTO ALTO.
Un lugar adecuado para él, cómodo, destinado para él; un lugar con una cama para que pueda descansar, para reposar y tener paz. Una mesa en donde pueda haber comunión, relación y una silla o trono donde haya autoridad y gobierno. El candelero o lámpara representa la Palabra de Dios.
“Dile a esta señora que ha sido tan amable con nosotros, que sí podemos hacer algo por ella; que si quiere que hablemos en su favor con el rey o con el jefe del ejército. Yo estoy bien aquí entre mi propia gente respondió ella. Entonces, ¿qué podemos hacer por ella? No sé respondió Guehazí. No tiene hijos, y su marido es anciano.” (2Re 4:13-14)
Cómo resultado del servicio de esa familia vino la pregunta que todos queremos escuchar:
¿QUÉ QUIERES QUE HAGA POR TI?
El santo hombre de Dios le sugiere que puede hablarle al rey o al jefe del ejército. Es el Espíritu Santo quien intercede por nosotros, Él conoce la voluntad de Dios y es el único que nos puede revelar los secretos de Dios.
“Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.” (Rom 8:26)
“Nosotros no sabemos por lo que tenemos que pedir”, pero el Espíritu Santo siempre sabe, y Dios el Padre siempre contestara Su intercesión. Solo el Espíritu de Dios conoce los pensamientos de Dios.
“Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios. Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido.” (1Co 2:10-12)
La mujer que representa la iglesia, vivía cómoda, tranquila, vivía bien en medio de su pueblo; al parecer no le hacía falta nada. Estaba en su zona cómoda.
LAS NUEVAS GENERACIONES
Ella no tenía hijos, no había descendencia, no había una próxima generación a la cual heredar. No debemos permitir quedarnos sin nuevas generaciones, tenemos que fructificar; tenemos que pasarle la fe a nuestros hijos.
“Escucha, Israel: El SEÑOR nuestro Dios es el único SEÑOR. Ama al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.”(Deu 6:4-7)
Las nuevas generaciones corren peligro, siempre han sido amenazadas, faraón quiso frenar el desarrollo del pueblo matando a todo hijo varón. Herodes mandó a matar a todos los niños pequeños cuando se enteró que el rey había nacido.
La generación de Josué se terminó y murió junto con él, y creció una que no había escuchado hablar del Dios de Israel.
“También murió toda aquella generación, y surgió otra que no conocía al SEÑOR ni sabía lo que él había hecho por Israel.” (Jdg 2:10)
El siguiente año ella quedó embarazada; a pesar de que era estéril y que su esposo era anciano; Dios había transformado esa casa. Ahora había descendencia, esa casa tenía futuro.
SIEMBRA FE EN TUS HIJOS
Con el paso de los años el niño salió al campo, y estando con su padre enfermó y lamentablemente murió; ya el profeta Eliseo se había ido, no estaba más con ellos. Ese es el peligro de no tener en la casa la presencia del Señor, el aposento se quedó vació.
Fue necesario ir a buscar al profeta al monte Carmelo para que resucitara al niño muerto.
“Cuando Eliseo llegó a la casa, encontró al niño muerto, tendido sobre su cama.” (2Re 4:32)
Volvámonos nuevamente al Señor a buscar su presencia, las futuras generaciones se están perdiendo; necesitamos subirlos al aposento alto y que la presencia de Dios avive en ellos el fuego de su Espíritu.
Tomemos la promesa que en los postreros tiempos se derramará el Espíritu de Dios sobre de toda carne. Los hijos profetizarán y los jóvenes tendrán visiones, podemos creer que ellos son nuestra nueva generación.
Todo lo que sembramos vamos a cosechar, por lo tanto, siembra fe en tus hijos.
“Después de esto, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán sueños los ancianos y visiones los jóvenes.” (Joe 2:28)
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