“también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de su gloria. En Él también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria.” (Efe 1:11-14)
El Espíritu Santo es la garantía que tenemos de parte de Dios de que nos dará la herencia que nos prometió y que nos ha comprado para que seamos su pueblo.
Dios hizo todo esto para que nosotros le diéramos gloria y alabanza.
En otras palabras, el Espíritu es aquí el testigo de que Dios adopta como hijos suyos a los que creen en Jesús.
El Espíritu Santo es quien da testimonio que una persona es hijo de Dios y le pertenece a Él.
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con Él a fin de que también seamos glorificados con Él.” (Rom 8:14-17)
¿CÓMO SABEMOS QUE PERMANECEMOS EN ÉL?
Guardando su Palabra y sus mandamientos nos aseguramos de permanecer en Dios.
“El que guarda sus mandamientos permanece en Él y Dios en él. Y en esto sabemos que Él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado.” (1Jn 3:24)
Sabemos que pertenecemos a Dios puesto que nos ha dado su Espíritu.
Es el Espíritu Santo quien nos conduce y guía hacia toda verdad.
LA GARANTÍA DE LA HERENCIA.
El arrabón era una característica regular en el mundo griego de los negocios.
Era una parte del precio de la compra o del contrato que se pagaba anticipadamente como garantía de que la operación se hacía en firme.
Lo que Pablo está diciendo es que la experiencia del Espíritu Santo que tenemos en este mundo es un adelanto de la bendición del Cielo, y es la garantía de que algún día entraremos en la plena posesión de la bendición de Dios.
Por lo tanto aquí en la tierra podemos tener una herencia garantizada en el cielo. A través de nuestra relación con el Espíritu Santo empezamos a disfrutar de la herencia.
El Espíritu Santo al mismo tiempo nos muestra la voluntad de Dios y nos capacita para cumplirla.
“Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles; y aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.” (Rom 8:26-27)
PARA CONOCER LO QUE DIOS NOS HA DADO.
Solo el Espíritu de Dios conoce las profundidades de Dios, pero debido a que en nosotros está el Espíritu de Dios, podemos incluso conocer los pensamientos de Dios.
“Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. Porque entre los hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente,” (1Co 2:10-12)
Es por medio del Espíritu que conoceremos todas las cosas que hemos heredado.
Hemos gozado las primicias del Espíritu, y ellas nos despertaron hambre y sed de la plenitud de la vendimia celestial.
Nosotros gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción. Somos semejantes a Israel en el desierto, quien sólo tuvo un racimo de uvas, pero nosotros heredaremos la viña. Vemos el maná caer menudo como semilla de culantro, pero nosotros al final comeremos el pan del cielo.
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